Irónicamente, estos últimos días tengo que andar dando vueltas por El Bar, por trabajo, y varios otros asuntos.
Sigo sintiéndome como en casa.
Y no puedo evitar mirar por la ventana para ver si llega, aún sabiendo perfectamente que eso no va a suceder.
Es como una extraña manía, el anclaje de estas mesas, de esta esquina. Y mantengo fresca la ansiedad, aunque no quiera verlo.
El domingo Brasil ganó el mundial. Pazzo era una fiesta. Entre el mar de gente me pareció encontrarlo, pero no agucé la mirada. Prefiero guardarlo así, intacto, infinito en el recuerdo. Como un cuadro que no llevo a mi nueva casa, a mi nueva vida. A la vida.
2 comentarios:
Las mujeres siempre miramos por las ventanas.
O nos sentamos al lado del teléfono.
O miramos el celular.
O el cielo.
Bellísimo blog.
Besos.
Alicia M.
A veces las ventanas sirven para entrar, como los ladrones y a veces para salir escapando como amantes. Lo más importante es darse cuenta de si están abiertas para nosotros y aprovechar que los vidrios están limpios para mirarnos y reconocernos. Hermoso el blog y hermoso tu cuento. Besos
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