De nuevo la noche nos juntó sin querer. Estaba con las chicas, festejando la noticia que llegó de Paris: después de mucho tiempo y diversos tratamientos, Jackie tuvo a sus mellizos, sanos y felices. Brindábamos y bailábamos en la barra de atrás. Eran como las 5 de la mañana, y yo ya había perdido las esperanzas de verlo. Hubiera sido una lástima, porque realmente me sentía bien. Estaba bronceadita, con ropa nueva, y esperándolo ansiosa.
En una vuelta de rock, ahí estaba, recién llegado, precioso, con una remera de lino blanco inmaculado, y perfumadísimo. La exacta imagen que quería ver.
Con las caras iluminadas por el encuentro nos acercamos los dos. Largo beso. De extrañarnos. De necesitarnos.
Lo primero que me dijo fue qué bueno encontrarme, ya que había pasado el miércoles a la noche por casa, porque quería verme y había perdido su agenda cuando se mudó de oficina –dejó la sociedad que tenía con los chicos, y se fue a otra firma-. Justamente esa misma noche estaba diciéndole a mamá que el viernes iba a ser una gran día, porque lo iba a volver a ver, mientras hablaba embelesadísima, con Norberto, y le contaba por qué lo amo tanto.
Me contó que pasó mucho tiempo afuera, y de aquí para allá por trabajo. Su amante son los barcos. Ocupan más su corazón, su alma, que su vida privada. ¿Cómo competir?
Tenía que arreglar temas laborales (ay, este trabajólico que me vino a tocar en suerte...), así que se quedó un buen rato atrás. Pero yo no quería que se me escapara. Estaba tan lindo, que lo único que podía hacer era pensar en más tarde.
El momento no se hizo desear: lo llamé y se acercó rapidito, con su whisky en la mano, y no se fue más. Quizás, le dije, deberíamos ver si podemos ser amigos (¡ni yo me lo creía!). Pero ése no era su plan. “-¿Para qué? Si juntos estamos mejor que de ninguna otra manera.” Y ya lo creo que tiene razón.
Las chicas estaban ocupadas con alguien. Y no interrumpieron.
Nos fuimos de la mano, llevamos a Lola hasta Caballito –para el resto del camino, él se encargó de que un taxi la dejara en la puerta de su casa-, y nos fuimos a casa.
Entre declaraciones de que soy la mujer perfecta para él, y cuánto muere de amor cuando lo rozo, cuánto cuánto cuánto le gusto, te amos y millones de besos, sexo desesperado y abrazos fuertísimos, nos dormimos a los pies de la cama.
Nos despertó el frío. Dimos la vuelta, nos acurrucamos uno en el otro tapados hasta la nariz, casi anudados, y seguimos hasta el mediodía.
De desayuno me prefirió a mí al mejor café con leche. Y ahí nomás me tenía servida.
Se hicieron las tres de la tarde, y no lográbamos salir de la cama, para no tener que despegarnos. Pero a mí me esperaban en casa de mamá, y a él Sibila para ir al club.
Me llevó, sin dejar de besarme y derretirme –casi casi volvemos para enredarnos un ratito más, pero nos contuvimos, viendo la hora que se había hecho-, y nos divertimos en el auto, encontrando los parecidos de la gente con los actores de Hollywood (juego que yo hago hace años, y él, sin saberlo, comparte).
Floto en la verdad de mi enamoramiento. Y me río porque sí.
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5 comentarios:
Gracias!Realmente muy bueno!!! besos
relamente buenísimo ;)
!Qué sorpresa ,un ojillo viendome ! y despues Qué sorpresa un monton de lineas que prometen tiempos de lectura tranquila.
gracias por aventurarte a poner ese tan tranquilo y personal blog
Hola Maria!!!
Muchas gracias!!!!!
No te das una idea de como te entiendo.. es horrible saber que no podes estar sin el.. y que queres estar sin el.. de odiarlo por hacerse querer tanto.. y de saber todo lo que no puede ser...
y si siempre nosotras haciendonos las duras..
Saludos y esperemos que vengan tiempos mejores..!!!
Yo los necesito!
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