sábado, 23 de febrero de 2008

Es así, como Coca-Cola

Hablando de su familia, se refirió a su mujer como su ex-mujer. Me pareció rarísimo. Nunca lo había escuchado referirse así a ella.


Me contó cómo educó a Sibila, y los ojos le brillaban como nunca.


Hablamos de mis planes de cambiar de vida e irme a vivir a Brasil. Él también tiene planeado hacer un cambio, lograr más tranquilidad, menos trabajo, más disfrute. Obviamente, no conmigo, ya que, poco rato después me dijo que él sabía que nuestra relación tenía que tener un fin en algún momento.


Dijo tantas cosas,... hasta dijo que el nuestro era un problema de destiempo. ¿Cuánto dura el destiempo?


Yo, siempre parada en ese lugar de desentendida, lo ofendí diciéndole que él era lo más lejano del hombre que elegiría para mi vida. “-¿Eso es bueno o malo?”. Quiso saber las razones, qué es lo que no quiero para mí. Que no vuelva a dormir a casa porque tiene que trabajar, por ejemplo. Si viviera conmigo, ¿sería diferente? Yo deseo –y pretendo que deseen- llegar a casa para estar con mi amor. Él dice que hizo todo lo posible por ser un marido así, pero que, en la situación que vive, no le sale. ¿Eh?


Si supiera que sueño con que sea él, todo así, como viene, el hombre de mi vida. Si supiera.


¿Qué pasaría si...? Tantas opciones se me ocurren, si él tan sólo se permitiera sentir. Se arma detrás de eso, y no me deja romperlo, nunca sé si porque no quiere, o porque quiere con desesperación. Estaría dispuesta a hacer el esfuerzo que fuera necesario para quebrar la coraza. ¿Qué lo habrá vuelto así?


A la noche siguiente, fui con Lola a cenar a Pazzo. Pensé que no iba a ir, pero cuando terminamos, estaba ahí paradito. Nos lo cruzamos de frente, nos saludamos, y nunca más lo vimos alrededor nuestro. Estuvo bailando en el fondo, con sus amiguitos, y, finalmente se fue, sin siquiera pararse a saludar. Cuando, al rato, nos fuimos nosotras, todavía estaba en la puerta, hablando con el Bebe y el Perro. Yo seguí de largo, pero Lola se quedó a saludar, así que tuve que retroceder, dije una de esas frases patéticas que se me escapan cuando me pongo nerviosa. Ni siquiera sé si vio que me iba sola.


Es como estar con Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Voy a tener que tomármelo así, para que sus torpezas se conviertan en un juego.


Igual, no voy a permitir que la estupidez del miércoles apague lo maravilloso del martes.


Con él es así: tómalo o déjalo. Y mientras elija tomarlo, tendré que acostumbrarme.