jueves, 16 de abril de 2009

40 y tantas semanas


Era cierto eso de que el sexo hace llegar mejor al parto.
Exactamente una semana después de esa tarde en la que me pasó a buscar para tomar algo (claro que nunca fuimos al bar, sino que corrimos a casa a franelearnos un buen rato. ¡Qué suerte! ¡La última vez no había sido la despedida!), terminada la tarde de compras porque se acerca Navidad y yo temía estar internada en esa fecha, asomó Joaquín al mundo.
Se empezó a anunciar en el shopping, sólo me faltaba comprar el regalo de Lola, pero no llegué. Como en las películas, en un taxi que se pasaba los semáforos en rojo –supongo que en parte por mí, y en parte para que no pariera en su auto- y con mi mamá cargando mil bolsas y bolsitas repletas de moños, llegué a la clínica con 8 de dilatación, lista para internarme.
Llamé a Ramiro del celular, y no sé cómo, cruzó la ciudad en menos de veinte minutos. Me agarró la mano, y no me la soltó hasta que pudo agarrar a nuestro hijo.