jueves, 26 de marzo de 2009

Casi vedada


Estuvimos pegoteados hasta que cayó la tarde, sin salir de la cama más que para picotear algo y hacer pis (con semejante panza, voy al baño doscientas veces por hora, incluso con él en casa).

Yo aprovecho: la obstetra me dijo que el sexo hace ayuda a llegar mejor al parto, así que no sólo es divertido... es también terapéutico.

Fue todo tan mágico que sentí como si hubiera venido a despedirse (no, no para siempre, sino hasta después de la bendita cuarentena). Falta menos de un mes para el nacimiento de Joaqui, yo voy a mudarme a lo de mi mamá para estar acompañada y cuidada por cualquier cosa que pasara, y ya va a ser un poco más complicado vernos, por no mencionar que no me siento muy ágil últimamente (aunque haya desafiado las leyes de la gravedad durante este día de desenfreno).

No importa. Será hasta la próxima. No me asusta ya separarnos. Entendí, por fin, que el tiempo y la distancia dejan de ser importantes cuando existe un amor como éste. Sabrá esperar. Sabré esperar. Agradezco infinitamente que haya estado conmigo en esta etapa de mi vida, que haya sido el hombre que fue, protector, cálido, compañero, y que me haya hecho sentir tan maravillosamente suya, a pesar de la historia.

domingo, 15 de marzo de 2009

Reflejo

Vine tardísimo de trabajar, como a las 5 de la mañana.

A fin de mes cierra el restaurant, en el momento en que yo debería empezar mi licencia.

Igualmente, hace un tiempo que estoy atendiendo la caja, y hago relaciones públicas. ¡Es que con mi panzota gigantesca se me complicaba llevar la bandeja!

Apenas dos horas después de haber conciliado el sueño sonó el teléfono. Era él, desde abajo. Venía de Pazzo, y, al no encontrarme, me vino a buscar.

Estuvimos increíblemente juntos.

Creo que a Joaquín le gusta sentirme así de contenta, porque patea, como si saludara.

Y él me mima, me hace sentir tan... qué se yo tan qué. Mil cosas: sexy –en vez de una ballena a punto de parir-, deseada, amada, necesitada. Me cuida, me acaricia la panza, y dice cosas lindas, de esas que se les dicen a los bebés, muy bajito, como si le contara un cuento.

¡Le gusto! ¡Aun así!

martes, 3 de marzo de 2009

Me declaro culpable

Amo el sol que asoma por tu espalda
en las mañanas,
el tibio terciopelo que es tu cuerpo
amaneciendo al mediodía
y la savia de tu boca
recibiéndome,
anhelando
curiosa
todos los demás besos.
Amo tu sexo sin fin,
tu pelo relumbrando,
tus labios caprichosos y certeros
y tus manos, tus manos
marcando tu terreno,
adueñándose,
anudándose a mí
y a ésta, mi alma,
señalando el camino,
la hora exacta
de dormir, despertar,
sacudir violentamente las frutas de las ramas
para alcanzar las delicias
y volver a empezar.
Amo tu voz contra la almohada,
los gemidos roncos de pereza trasnochada,
tus tiempos, desenfrenos,
tus brazos arrullando
mis ya perdidos sueños.
Amo tus ojos cansados,
las ventanas entreabiertas
del misterio y la pasión,
de lo más cierto,
los reyes de mi reino,
los que saben dónde detenerse
sin dudarlo
para mostrar a todos
cómo sos de amado.
Amo tus piernas seguras,
tus pies de niño,
cada lunar que pasea
por tus dulcísimos hombros.
Amo tus palabras que siempre
son de miel y de concreto,
amo cómo me amás,
amo cuánto me amás
y tus olvidos,
tu sensual inocencia de diablillo,
de chiquito corriendo
sin destino.
Amo este regalo,
el privilegio de amarte,
lo que vos no me podés quitar.
Amo tus caricias
que son todo menos torpes,
tu piel que me investiga
y desata terremotos,
que me siembra, me florece,
tu piel y su perfume a mío,
a nuevo, a suave canto.

Y te amo tanto más
si dormís a mi costado...