martes, 3 de marzo de 2009

Me declaro culpable

Amo el sol que asoma por tu espalda
en las mañanas,
el tibio terciopelo que es tu cuerpo
amaneciendo al mediodía
y la savia de tu boca
recibiéndome,
anhelando
curiosa
todos los demás besos.
Amo tu sexo sin fin,
tu pelo relumbrando,
tus labios caprichosos y certeros
y tus manos, tus manos
marcando tu terreno,
adueñándose,
anudándose a mí
y a ésta, mi alma,
señalando el camino,
la hora exacta
de dormir, despertar,
sacudir violentamente las frutas de las ramas
para alcanzar las delicias
y volver a empezar.
Amo tu voz contra la almohada,
los gemidos roncos de pereza trasnochada,
tus tiempos, desenfrenos,
tus brazos arrullando
mis ya perdidos sueños.
Amo tus ojos cansados,
las ventanas entreabiertas
del misterio y la pasión,
de lo más cierto,
los reyes de mi reino,
los que saben dónde detenerse
sin dudarlo
para mostrar a todos
cómo sos de amado.
Amo tus piernas seguras,
tus pies de niño,
cada lunar que pasea
por tus dulcísimos hombros.
Amo tus palabras que siempre
son de miel y de concreto,
amo cómo me amás,
amo cuánto me amás
y tus olvidos,
tu sensual inocencia de diablillo,
de chiquito corriendo
sin destino.
Amo este regalo,
el privilegio de amarte,
lo que vos no me podés quitar.
Amo tus caricias
que son todo menos torpes,
tu piel que me investiga
y desata terremotos,
que me siembra, me florece,
tu piel y su perfume a mío,
a nuevo, a suave canto.

Y te amo tanto más
si dormís a mi costado...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantó este poema. Subyugante. Cuando me parecía que iba a caer en lo trillado lo sentía levantarse hacia lo más original. Hermosísimo.

Jorge Luis Estrella

Juan Carrizo dijo...

¡Brillante poema!cuando el amor "habla" tiene asida las palabras mas hermosas,las frses ideales y los pensamientos incomparables