domingo, 15 de marzo de 2009

Reflejo

Vine tardísimo de trabajar, como a las 5 de la mañana.

A fin de mes cierra el restaurant, en el momento en que yo debería empezar mi licencia.

Igualmente, hace un tiempo que estoy atendiendo la caja, y hago relaciones públicas. ¡Es que con mi panzota gigantesca se me complicaba llevar la bandeja!

Apenas dos horas después de haber conciliado el sueño sonó el teléfono. Era él, desde abajo. Venía de Pazzo, y, al no encontrarme, me vino a buscar.

Estuvimos increíblemente juntos.

Creo que a Joaquín le gusta sentirme así de contenta, porque patea, como si saludara.

Y él me mima, me hace sentir tan... qué se yo tan qué. Mil cosas: sexy –en vez de una ballena a punto de parir-, deseada, amada, necesitada. Me cuida, me acaricia la panza, y dice cosas lindas, de esas que se les dicen a los bebés, muy bajito, como si le contara un cuento.

¡Le gusto! ¡Aun así!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Las mujeres embarazadas son absolutamente preciosas, aunque no nos lo creamos.
Estamos llenas de hormonas, redondas, plenas, felices.

Un abrazo,
Alicia M.