martes, 16 de junio de 2009

Pasaportes


¡Ay, mi corazón! ¡Qué fácil se marea!

Estos días Facundo me escribe, contándome de su nueva vida, con su nueva mujer en su nuevo país. Y me duele el ego. Horrores. Sobre todo porque otra mujer lo está disfrutando. La pregunta es por qué no lo disfruté yo mientras lo tuve. ¿Puedo ser tan enferma que recién cuando lo perdí del todo, lo empecé a valorar?

Es cierto, yo elegí otro camino. Y ahora tengo un compromiso mucho mayor: una vidita a mi cargo. Pero él no sólo eligió otro camino, también eligió otra mina con quien recorrerlo.
Quizás el tema sea que no tengo con quién compararlo. Y por eso nada me parece suficiente.
¿Acaso yo no lo terminé de dejar hace mucho, en brazos de otro amor?

Probablemente, cuando retome algunas de mis rutinas, y vuelva a sentirme linda y exitosa, trabajando y haciendo cosas que me diviertan, ya nada parezca tan irremediable. O pierda algo de su importancia. Qué se yo...

Joaquín ya toma algunas mamaderas así, de a poquito, puedo empezar a reinsertarme en el mundo, aunque me dé vergüenza admitir que me siento claustrofóbica, porque parezco una madre desamorada.

Creo que, si me siento más entera, voy a ser mejor mamá. Y vamos a estar los dos más felices.