martes, 11 de marzo de 2008

Otro espejo


Tengo unas ganas tremendas de verlo. Pero temo.

Ari piensa que eso de alejarse después de noches compartidas es su manera de poner (¿ponerse?, ¿ponernos?) un freno, porque si fueran todos los días iguales, esto sería un desastre.
De todas maneras, sea por amor o no, sigue siendo una posición extremadamente egoísta la de él. Y, en base a esa posición, yo no sé cuál adoptar.
Este vaivén de emociones que me provoca está pudiendo con mis nervios, con mi cabeza, me siento totalmente absorbida por todo esto. No sé si es lo más fuerte que me pasó en la vida, pero así lo siento. En realidad, lo siento como si fuera lo único que me pasó en la vida.
Estoy rara por no poder aportar nada a la relación. Quizás, simplemente, es la primera vez que las cosas no son a mi manera. Si lo pienso, yo sigo sin hacer prácticamente nada para provocar alguna reacción en él. ¿Pero, valdría la pena? ¿Qué ganaría? Que se asustara más, tal vez. Pero dudo que cambiara su posición con respecto a nosotros.
Y, la verdad es que ni siquiera sé qué es lo que quiero provocarle. Que las ganas de verme fueran irresistibles. Aunque yo no sé cuánto de ganas tiene por lo general, ni cuánto lucha contra eso.
El otro día tuve una conversación con mi mamá al respecto. Y otra vez, al poner todo sobre la mesa, surgió una posibilidad en la que no había pensado: jamás se me ocurre decir que él, en el mismo momento en el que yo lo pienso, le está diciendo a alguien que existe una mujer que lo puede, que cada vez que aparece, no puede evitar irse atrás de ella. ¿Por qué no?

viernes, 7 de marzo de 2008

NY


La tregua es tu cuerpo.
Y tu verdad
mi propia guerra.