miércoles, 17 de diciembre de 2008

Estamos invitados a tomar el té.

El mar responde a las leyes de Iemanjá, únicamente. Y cuando así lo decide, devuelve sus tesoros a la playa.
Mi vida también.

Un martes cualquiera, cuatro y media de la tarde, yo muy de maternity, disfrutando de la quietud de mi casa, haciendo orden para dejar lugar a la ropita de Joaquín, cambiadores y esas cosas de bebés, suena el timbre.

Y, claro. Por lo absurdo no podría haber sido nadie más que él. Él, ocho meses después de nuestro último encuentro, paradito en la puerta de mi casa, con su traje Príncipe de Gales, perfumado y resplandeciente, como siempre.

Con el corazón en la garganta, las medias cayéndoseme, y mi enorme panza de más de cinco meses de embarazo, atiné a enjuagarme la cara para sacarme el gesto de entrecasa, y bajar a abrir, sin demasiado para decir y mucho para mostrar.

Y el tiempo se detuvo.

Yo no era esta futura mamá confundida. Era, otra vez y sin transición, la loca enamorada del mar, con las olas lamiéndome los pies. Sus ojos profundos, los de siempre, los míos, los que me recordaban cómo era nacer mil veces en un instante, por puro amor.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Rewind

La idea de la familia perfecta desapareció de un soplido. Así. Sin más.
Ramiro, entre tironeos por el divorcio con su ex-mujer, decidió que no estaba listo para llevar adelante esta relación. Y hasta está dudando darle el apellido al bebé.
Lloré días enteros. Tantos meses de edificar, de aprender en un curso acelerado a ser la mujer perfecta, de decorar una casa que ya no será mía, de pensar a este chiquito defendiéndose en la vida. Solo, conmigo.
¿Qué pasó con las postales de los tres hermanitos? ¿Con la idea de ser felices, tanto como pudiéramos?
Alguna ventaja tengo que encontrar, así que elegí sin consultar el nombre de mi hijo: Joaquín. Lleve el apellido que lleve, va a tener un nombre lleno de fuerza. Es mi regalo para él. Que tantos me da. Que es mi risa y mi escondite perfecto. Que hace que todo, no importa qué se venga, valga la pena. Que baila en mi panza, como queriendo decirme que todo va a estar bien.
Y extrañamente tengo esa certeza: sé que de algún modo las cosas van a funcionar. Se trata de confiar. Simplemente.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Hoy, mañana, después...




Irónicamente, estos últimos días tengo que andar dando vueltas por El Bar, por trabajo, y varios otros asuntos.

Sigo sintiéndome como en casa.

Y no puedo evitar mirar por la ventana para ver si llega, aún sabiendo perfectamente que eso no va a suceder.

Es como una extraña manía, el anclaje de estas mesas, de esta esquina. Y mantengo fresca la ansiedad, aunque no quiera verlo.

El domingo Brasil ganó el mundial. Pazzo era una fiesta. Entre el mar de gente me pareció encontrarlo, pero no agucé la mirada. Prefiero guardarlo así, intacto, infinito en el recuerdo. Como un cuadro que no llevo a mi nueva casa, a mi nueva vida. A la vida.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Florece

La panza todavía no se nota, pero Bebé, de alguna mística manera, me cuenta que ahí está. Parece que reventaran burbujitas adentro mío, como si me anduviera un pececito y me dice que es feliz, que se siente amado.

Ramiro viaja muchísimo, por trabajo, así que, todavía, no concretamos lo de la mudanza. Pero cada día que pasa me gusta más la idea. Veo que es lo mejor para Bebé, que vamos a estar muy bien, que tener una familia es un sueño cumpliéndose.

Como aún está en trámite su divorcio –y parece que da para largo, porque su ex le pelea hasta los calzones- no va a comunicar la noticia a su familia. Lástima. Creo que se pondrían muy contentos, aunque todo fue taaaaaaaan rápido. Igualmente, vamos avanzando algunos pasos: almorzamos con sus hijitos (¡si supieran que van a tener un hermanito!) y, de a poco, intentamos unir todo este despelote.

Yo me siento fantástica, como si brillara, y en lugar de engordar, adelgazo. Y eso que estoy redulcera...

Conocí a quien va a ser mi obstetra, es una divina. Me acompaña, me deja tranquilísima y me hace reír. Una diosa. Y la clínica donde Bebé va a nacer me encanta: parece un hotel, de poquitas habitaciones, llenas de luz y de flores.

Trabajo todas las noches en el restaurant, hasta muy tarde, vuelvo a casa y converso con Bebé, le hago caricias a la panza, juego con él. Me siento plena. Y disfruto mucho todo lo que estoy viviendo.

sábado, 18 de octubre de 2008

Es tarde


Te abrigo.
Ya te dormiste
pero
yo te miro y te abrigo.
Y espero mientras
florecen tus sueños
meciendo
esas eternas pestañas.

Todo es tan cierto
de repente
que da miedo.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Positivo


Un hijo es una pregunta que le hacemos al destino.
J.M.P.

Mi maravilloso presentimiento se cumplió.
La visita a la casa de Ramiro fue mucho más que una cena compartida.
Aquí estoy yo, con casi treinta años, esperando un bebito. Y tengo ganas de bailar, pero también de correr hasta llegar lejos, bien lejos.
Rami lo tomó con una enorme sonrisa y emoción en los ojos. Que él sea el papá, haber hecho esto nosotros dos, juntos, me encanta. Es sólido, claro. Y hermoso.
Es una excelente confirmación de que, cuando las cosas cumplen su ciclo, hay simplemente que dejarlas ir. Porque lo mejor aún está por venir.
Es, también, la mejor respuesta que podía llegarme de qué hacer con mi futuro. Voy a estar ocupada siendo mamá. Y desde ahí todo va a ser para bien
La certeza de que es exactamente lo que tenía que ser nace, y me llena de cosquillas la panza.
Toman sentido la partida de Facundo y mi decisión de no seguirlo, la separación de él y la distancia que tácitamente elegimos, no haber encontrado trabajo en el exterior, y tantas otras cosas que, hasta este momento, tomaba como fracasos. Todo encuentra un camino hacia la razón, la verdadera razón: la vida. ¡Encontré una magnífica manera de estar más cerca de María Campana!
Todos a mi alrededor están contentísimos con la noticia. Hasta en mi recién estrenado trabajo me apoyan y contienen, me cuidan, me protegen.
Hay mucho por resolver, por supuesto. Pero no me da miedo: me siento con una lucidez y una claridad que nunca había tenido. Además, me siento fantásticamente, brillante, luminosa. Y feliz.
Me parece –estoy segura- que es un varón. Mi varón. ¡Un nenito! Para quien estar bien, entera, conciente, presente.
Ramiro propuso vivir juntos. ¿Será una inconciencia? ¿O simplemente la elección del Universo para que lleguemos a nuestro destino? Pero la actitud me pareció tiernísima. Y creo que estoy en condiciones de vivir algo así, ahora. Me siento comprometida a ser una familia a partir de ahora, y -¿quién lo hubiera dicho?- me fascina.

domingo, 31 de agosto de 2008


Se complica pasar a la siguiente etapa. Pero es así, como los pasos a seguir en una terapia.
No sé qué va a pasar más adelante, ni cuánto va a durar este impasse, ni si es definitivo, pero dudo ser yo la que lo decida (al menos, por ahora, no quiero decidirlo).
Ramiro -sí, el mismo que hace un tiempo había creído que era Mr. Right, pero después no lo pareció tanto-, se mudó a su departamento de soltero, y hacia allí fui, para estrenarlo como corresponde. Aunque no estábamos solos, estaba durmiendo su hijito mayor en la habitación de al lado. Pero estuvo más que bien: unos mimos, vinito, una película... Lindo. Un interesante paso intermedio. Nos queremos, nos conocemos, no hubo que dar demasiadas vueltas.
Quizás todo sea cuestión de tiempo. Quizás el tiempo sea eterno. ¿Quién puede asegurar nada?

martes, 19 de agosto de 2008

Que los cumplas...


Ya casi treinta:
fino cristal
que no refleja
más que al viento
que arrecia con todo
y abandona
la precaria telaraña
de mis días.

jueves, 7 de agosto de 2008

Olas que vienen

Mi nuevo trabajo de camarera me mantiene ocupada por las noches (ocupada, dije, lejos está de distraerme). Pero la vuelta a mi silenciosa casa provoca que las lágrimas resbalen, imperceptibles. Desde que mi adorable weimaraner, compañerito incondicional, se murió, el volver solitario a una casa que sólo guarda mi voz, se hace duro, casi imposible. Por ahora, no quiero otro perro, por la libertad que significa llegar cuando se me antoje, o simplemente no volver, y todo está tan limpito... Pero quieto.

No sé bien cómo fue que terminé metida en esta historia. Era tan perfecta en un principio: totalmente light, sin ataduras, sin compromiso, ideal para mí, recién terminando una larguísima historia. Romance espectacular para un día, tal vez dos, pero nunca para una vida. No sé tampoco cuándo cambió tan drásticamente de forma y de contenido.

Tal vez después de un largo tiempo, tal vez esa increíble primera noche.

Debería haberlo sabido. Debería haber hecho algo para impedirlo. Pero seguí adelante. Y lo peor de todo es que no me arrepiento ni de un solo minuto.

Significa todo para mí. Y todo lo cambió. A partir de él me doy cuanta de que miro a los hombres desde otra perspectiva, espero otras cosas. Ya no me atraen los “chicos”, necesito un hombre al lado. Y me siento más linda, más sexy, cambió mi postura, no sé bien qué es. Manejo de otra manera mi sexo. Aprendí a disfrutar de otras cosas. Y todo eso sintiéndome fiel a mí misma. Jamás lo devolvería. Sé lo que quiero, cosa que antes tenía desdibujada. El tema es cambiar el “quién”. Y no logro borrar su cara de mis películas del futuro.

Cuando me preguntan qué escribo, me da un poco de vergüenza decir que es un diario personal –cosas de adolescente, y yo... ¡tan grandota!-, así que contesto que escribo una novela sobre una mujer enamorada del mar. Y no estoy mintiendo tanto. Una mujer enamorada del mar no tiene remedio. El mar: siempre yéndose, escurriéndose entre los dedos, un amor de agua, de mareas subiendo y bajando eternamente. De furia incontrolable, y tierno amanecer. ¿Quién podría evitar enamorarse del mar? Y después, ¿sería posible dejarlo?

miércoles, 23 de julio de 2008

Desmejorando hacia la noche







Ayer mi cara se iluminó por un rato, porque después de mucho tiempo fuimos a Pazzo. La luz duró lo que la ilusión, y se fue diluyendo a medida que pasaba la noche y él no llegaba.

Y hoy, otra vez el vacío. Se apodera de todo, sin que yo quiera evitarlo. Es que no tengo ganas de hacer otra cosa que esperarlo. Y me horroriza estar pensando esto, así. No sé esperar qué, ni para qué.

Lo que pasa es que la sola idea de alguien más, otra piel, otra voz en mí, otras manos contra todo esto, otros ojos buscándome, me provoca sólo resignación. Me espanta que el amor se convierta en eso para mí.

En dos meses cumplo 30 años. Si hace un tiempo me hubiesen dicho que a esta edad iba a estar pasando por esta situación, me hubiera reído largamente. Y, sin embargo, aquí estoy, sin siquiera dejar una puerta abierta a otra realidad ajena a ésta.

Me pregunto constantemente si él habrá seguido su camino como si nada hubiera pasado. Si se acordará de mí alguna vez, si una canción lo hará recordar algo que compartimos. (Por ejemplo, si yo escucho “Capullito de Alelí”, inevitablemente me sonrío. Fue la única vez que bailamos juntos, en su versión salsa, y hasta diría que logré moverme al ritmo, y sin desmayarme en sus brazos. ¿Cómo olvidarlo?) Si se queda a veces despierto pensándome, o evitando cerrar los ojos para no soñar irremediablemente conmigo. Si camina con precaución y observándolo todo por las calles en las que solíamos encontrarnos. En fin, si la historia lo tocó, lo trastorna como me pasa a mí. Lo dudo tanto... Pero me conforma algo más pensar de esta manera. Sólo un poco más.

Encima, hace más de quince días que llueve incansablemente, por lo menos un par de horas. Y hace frío.

viernes, 11 de julio de 2008

Vacuo

Este diario tiene que salir a la luz. Convertirse en público, ser un libro, una película. Si no, sigue siendo más de lo mismo: dedicarle días, años, sueños y desvelos para que quede en mí (ni siquiera en él, que jamás llega a enterarse, sólo en mí para mí).

¿Nunca sabrá cuánto lo amo? Y ahora que, por lo visto -ya que hacen meses que no nos vemos, no aparece por los lugares que compartíamos, no trabaja más por el barrio, y no contesta los dos llamados que le hice-,
“dimos” por terminada la relación, ¿qué hago con este tremendo paquete de sentimientos no expresados?

A veces creo que me va a enfermar tener todo esto sin poder volcarlo. Casi puedo tocarlo, de tanto que es. Tiene forma y hasta color. Y me pesa en los hombros y en el alma.

¿Cómo abandonarlo? ¿Dónde depositarlo?

¿Adónde va el amor cuando no va a ningún lado?

miércoles, 25 de junio de 2008

Parece junio


Sin pena ni gloria
pasó el verano.
Y vos sos lo que se llevó:
mi ilusión, mi paciencia,
el agrio tiempo.

La rutina de la lluvia diaria
y la densa soledad
transpiran las paredes
de mi angosta guarida
que se descascara un poco más
cada día
imitando a mi temple.

Se invitan a pasar tu sombra
y tu silencio,
la oscuridad abismal de tus ojos,
los huecos de tus manos
y del amor.

El frío vacío
duele.
Yo ya no grito

pero tampoco cierro las ventanas.

domingo, 8 de junio de 2008

Código morse

Fui al cine, nomás, a ver la película que él me había recomendado. El mensaje no estaba del todo claro. Y no era exactamente que hablara de nosotros. Pero la conclusión es inevitable: siempre nos amaremos, aunque no estemos juntos. “Pase lo que pase, siempre nos vamos a amar.” Sí. Típico de él. Que se conforma con esto, idílico, de vernos una vez por mes y que, de esa manera, todo esté siempre perfecto. Siempre mantenemos la emoción del primer día, de la primera vez, del primer beso. ¡¡¡Es que cuando vuelve ya no me acuerdo ni cómo era!!! Pero para mí, no siempre es suficiente.

Pero es lo que es. La opción es que simplemente no sea. Y no elijo eso. ¿Cuándo en mi vida me había sentido tan viva? Nunca. Nunca me había sentido tan presente como cuando él ronda. Despierta la totalidad de mis sentidos. No quiero dejarlo pasar.

Juntos brillamos como un millar de soles. Lo sé. Con total certeza.

Yo creo siempre en el amor, incluso cuando sé que no va a durar eternamente. Tengo que creer en el amor. Hay que creer en el amor. Es lo que nos salva: de la locura diaria, de la guerra interna, de la guerra externa. ¿Cómo no creer en el amor?

Qué tremendo terremoto significa que visite cada tanto mi vida... Es como una fiesta.

Nos hablamos despacito sin decirnos más que caricias. Me pregunto cuándo fue que creamos ese idioma secreto. En algún lugar entre el silencio, yo lo oigo. Si no está, sólo quedan palabras en una lengua que desconozco. Y entonces ya no entiendo nada.

sábado, 24 de mayo de 2008

Planisferio


Recibí un mail de María Campana, contándome que está esperando un hijito. Después de hacerse de todo, porque no podía quedar embarazada, una de tantas cosas que probaron hizo su efecto. Y me entero de esto por mail, mi queridísima amiga-hermana está esperando un bebé, viviendo el momento más feliz de su vida, y la distancia perra hace que sea la tecnología la que me haga llegar la noticia, y no su voz o sus emocionados ojos. Quisiera estar con ella, abrazarla, saber cómo acompañarla. Me siento tan lejos...
El tiempo pasa. Y otros hombres en mi vida. Eso de jurar fidelidad para toda la vida resulta muy aburrido. Aunque, en realidad, cómo me gustaría tener lo suficiente de él como para no necesitar nada más.
Facundo, finalmente, después de mucho luchar por la visa de trabajo, de cambiar varias veces de destino, y de tironear de mí para que lo acompañara y lograr, de una buena vez, hacer una vida conmigo, armó sus valijas y se fue a vivir a Sevilla. Fue una despedida muy extraña, con la congoja del adiós, promesas de que el tiempo y la distancia iban a ser más cortos que lo que indica el mapa, y un beso que tenía gusto a para siempre. Me sentí vacía, como si no hubiese sido yo la que estaba en Ezeiza agitando la mano.
Por lo visto, febrero fue el mes que él eligió para tomarse vacaciones. No nos volvimos a ver ni por aquí ni por allá, a pesar de que yo cumplí con mi promesa de grabarle dos veces en el contestador mi número de teléfono. Capaz que lo anotó y lo perdió, o perdió la agenda de nuevo, o perdió el celular. (Siempre existen esas posibilidades, ¿no?)

sábado, 17 de mayo de 2008

Entrega inmediata

De nuevo la noche nos juntó sin querer. Estaba con las chicas, festejando la noticia que llegó de Paris: después de mucho tiempo y diversos tratamientos, Jackie tuvo a sus mellizos, sanos y felices. Brindábamos y bailábamos en la barra de atrás. Eran como las 5 de la mañana, y yo ya había perdido las esperanzas de verlo. Hubiera sido una lástima, porque realmente me sentía bien. Estaba bronceadita, con ropa nueva, y esperándolo ansiosa.
En una vuelta de rock, ahí estaba, recién llegado, precioso, con una remera de lino blanco inmaculado, y perfumadísimo. La exacta imagen que quería ver.
Con las caras iluminadas por el encuentro nos acercamos los dos. Largo beso. De extrañarnos. De necesitarnos.
Lo primero que me dijo fue qué bueno encontrarme, ya que había pasado el miércoles a la noche por casa, porque quería verme y había perdido su agenda cuando se mudó de oficina –dejó la sociedad que tenía con los chicos, y se fue a otra firma-. Justamente esa misma noche estaba diciéndole a mamá que el viernes iba a ser una gran día, porque lo iba a volver a ver, mientras hablaba embelesadísima, con Norberto, y le contaba por qué lo amo tanto.
Me contó que pasó mucho tiempo afuera, y de aquí para allá por trabajo. Su amante son los barcos. Ocupan más su corazón, su alma, que su vida privada. ¿Cómo competir?
Tenía que arreglar temas laborales (ay, este trabajólico que me vino a tocar en suerte...), así que se quedó un buen rato atrás. Pero yo no quería que se me escapara. Estaba tan lindo, que lo único que podía hacer era pensar en más tarde.
El momento no se hizo desear: lo llamé y se acercó rapidito, con su whisky en la mano, y no se fue más. Quizás, le dije, deberíamos ver si podemos ser amigos (¡ni yo me lo creía!). Pero ése no era su plan. “-¿Para qué? Si juntos estamos mejor que de ninguna otra manera.” Y ya lo creo que tiene razón.
Las chicas estaban ocupadas con alguien. Y no interrumpieron.
Nos fuimos de la mano, llevamos a Lola hasta Caballito –para el resto del camino, él se encargó de que un taxi la dejara en la puerta de su casa-, y nos fuimos a casa.
Entre declaraciones de que soy la mujer perfecta para él, y cuánto muere de amor cuando lo rozo, cuánto cuánto cuánto le gusto, te amos y millones de besos, sexo desesperado y abrazos fuertísimos, nos dormimos a los pies de la cama.
Nos despertó el frío. Dimos la vuelta, nos acurrucamos uno en el otro tapados hasta la nariz, casi anudados, y seguimos hasta el mediodía.
De desayuno me prefirió a mí al mejor café con leche. Y ahí nomás me tenía servida.
Se hicieron las tres de la tarde, y no lográbamos salir de la cama, para no tener que despegarnos. Pero a mí me esperaban en casa de mamá, y a él Sibila para ir al club.
Me llevó, sin dejar de besarme y derretirme –casi casi volvemos para enredarnos un ratito más, pero nos contuvimos, viendo la hora que se había hecho-, y nos divertimos en el auto, encontrando los parecidos de la gente con los actores de Hollywood (juego que yo hago hace años, y él, sin saberlo, comparte).
Floto en la verdad de mi enamoramiento. Y me río porque sí.

lunes, 12 de mayo de 2008

¿No será mucho?


¿Qué fue eso? Ni siquiera me dio para terminar de contar un solo encuentro. Un capítulo que intenté escribir en mi vida, un delirio total, que creí posible como para olvidar toda la historia de cuerda floja con él. Y, no. Claro. No funcionó. Mala receta. ¿Pero no era que un clavo saca a otro clavo, o algo así?


Resultado: una noche cualquiera de una semana complicadita sonó el teléfono. Y se me estampó una sonrisa en el alma. Era él, anunciando que venía con champagne, para relajarnos y reírnos juntos, ya que su semana tampoco había sido de lo mejor.

En menos de diez minutos arreglé la casa, tendí la cama, me depilé, me bañé, me cambié, me maquillé y, hecha una diosa, bajé a abrir la puerta. Traía tres botellas en la mano, lo que significaban dos cosas: 1) que estaba con problemas graves, y 2) ¡¡¡que se avecinaba una noche maravillosa!!!

Me pidió darse una ducha, ya que venía de todo el día en la oficina. Salió perfumadito, impecable, con sus pantalones de vestir y su perfecta camisa (¿cómo hace este hombre para que su ropa ni siquiera se arrugue durante el largo día?), pero descalzo.

Y el pronóstico no se equivocó: estuvimos toda la noche despiertos, haciéndonos masajes con aceites y, por qué no, con algo de tanto champagne que había en la mesita de luz, acariciándonos los pies, hablando de amor y cine, mimándonos, mimándonos, mimándonos. Se fue a las siete de la mañana, sin haber pegado un ojo, a llevar a su hija al colegio. Yo me desmayé, totalmente complacida y empalagada por él.

Me pidió que fuera a ver Moulin Rouge, porque entonces iba a entender lo que nos pasaba. Dice que es la película más exquisita que vio, y que, encima, habla de nosotros. No quise saber con quién fue a verla.

Se pregunta por qué no encuentra nunca el momento de pasar más tiempo conmigo si lo hace tan feliz, si mi cuerpo es el único lugar donde se encuentra en paz (sic). Soy un tarado, repite. Yo no soy quién para desmentirlo.

domingo, 27 de abril de 2008

Embraceable you


Si sólo dejaras
volver a tu niño,
jugar y reírte,
lanzarte, acunarte.
Volver sobre tus pasos cansados
para ver tranquilo cómo nace el sol
cada mañana.
Flotar con un globo en cada mano,
dejarte llevar,
deslumbrarte,
soñar y llorar.

Si sólo dejaras
que te conmoviera
mi amor...

Si sólo dejaras
nadar a tu alma
todos los brindis
anidarían en nuestra cama.

viernes, 11 de abril de 2008

Fichas

De repente, y sin siquiera percatarme, mi vida empezó otra etapa. Lo sé. Y no una etapa sin él.

Simplemente es como si las cosas tomaran su verdadera dimensión, la real importancia.

Pero casi no me reconozco. ¿Quién era esa que anoche respondió al cuestionario entero de Ramiro?

Será que estuve tanto tiempo en la incertidumbre, que ahora quiero sólo certezas, desesperadamente.

Cuando lo vi a Rami al lado mío en la iglesia, durante el casamiento de mis primos, todo encajó en su lugar. Todo estaba siendo exactamente como tenía que ser.

sábado, 5 de abril de 2008

Cuánto dura el destiempo?

Testamento

Te construyo nuevo
y desmorono
uno a uno
los peldaños que te trepan
como ácida hiedra.

Con terquedad y vandalismo
agazapados
devoro
el último aliento
de otra despedida.

Sólo lamento no haber sido
manantial para tu cansada espalda
ni tu sol de la mañana,
ni mis ojos
el desahogo de tus ansias.
Ni el nido al final de una dura semana.
No haber llegado
a desenmarañar tu risa.
No haber encontrado
otro final para esta historia.
Pero la primavera me agarra por sorpresa
y me deshojo en adioses.

En mi mudo duelo
ya no es tu cuerpo
sino las flores de tu beso
lo que extraño.
Y tus manos trasnochadas
tramando
todo menos el encuentro.

martes, 11 de marzo de 2008

Otro espejo


Tengo unas ganas tremendas de verlo. Pero temo.

Ari piensa que eso de alejarse después de noches compartidas es su manera de poner (¿ponerse?, ¿ponernos?) un freno, porque si fueran todos los días iguales, esto sería un desastre.
De todas maneras, sea por amor o no, sigue siendo una posición extremadamente egoísta la de él. Y, en base a esa posición, yo no sé cuál adoptar.
Este vaivén de emociones que me provoca está pudiendo con mis nervios, con mi cabeza, me siento totalmente absorbida por todo esto. No sé si es lo más fuerte que me pasó en la vida, pero así lo siento. En realidad, lo siento como si fuera lo único que me pasó en la vida.
Estoy rara por no poder aportar nada a la relación. Quizás, simplemente, es la primera vez que las cosas no son a mi manera. Si lo pienso, yo sigo sin hacer prácticamente nada para provocar alguna reacción en él. ¿Pero, valdría la pena? ¿Qué ganaría? Que se asustara más, tal vez. Pero dudo que cambiara su posición con respecto a nosotros.
Y, la verdad es que ni siquiera sé qué es lo que quiero provocarle. Que las ganas de verme fueran irresistibles. Aunque yo no sé cuánto de ganas tiene por lo general, ni cuánto lucha contra eso.
El otro día tuve una conversación con mi mamá al respecto. Y otra vez, al poner todo sobre la mesa, surgió una posibilidad en la que no había pensado: jamás se me ocurre decir que él, en el mismo momento en el que yo lo pienso, le está diciendo a alguien que existe una mujer que lo puede, que cada vez que aparece, no puede evitar irse atrás de ella. ¿Por qué no?

viernes, 7 de marzo de 2008

NY


La tregua es tu cuerpo.
Y tu verdad
mi propia guerra.

sábado, 23 de febrero de 2008

Es así, como Coca-Cola

Hablando de su familia, se refirió a su mujer como su ex-mujer. Me pareció rarísimo. Nunca lo había escuchado referirse así a ella.


Me contó cómo educó a Sibila, y los ojos le brillaban como nunca.


Hablamos de mis planes de cambiar de vida e irme a vivir a Brasil. Él también tiene planeado hacer un cambio, lograr más tranquilidad, menos trabajo, más disfrute. Obviamente, no conmigo, ya que, poco rato después me dijo que él sabía que nuestra relación tenía que tener un fin en algún momento.


Dijo tantas cosas,... hasta dijo que el nuestro era un problema de destiempo. ¿Cuánto dura el destiempo?


Yo, siempre parada en ese lugar de desentendida, lo ofendí diciéndole que él era lo más lejano del hombre que elegiría para mi vida. “-¿Eso es bueno o malo?”. Quiso saber las razones, qué es lo que no quiero para mí. Que no vuelva a dormir a casa porque tiene que trabajar, por ejemplo. Si viviera conmigo, ¿sería diferente? Yo deseo –y pretendo que deseen- llegar a casa para estar con mi amor. Él dice que hizo todo lo posible por ser un marido así, pero que, en la situación que vive, no le sale. ¿Eh?


Si supiera que sueño con que sea él, todo así, como viene, el hombre de mi vida. Si supiera.


¿Qué pasaría si...? Tantas opciones se me ocurren, si él tan sólo se permitiera sentir. Se arma detrás de eso, y no me deja romperlo, nunca sé si porque no quiere, o porque quiere con desesperación. Estaría dispuesta a hacer el esfuerzo que fuera necesario para quebrar la coraza. ¿Qué lo habrá vuelto así?


A la noche siguiente, fui con Lola a cenar a Pazzo. Pensé que no iba a ir, pero cuando terminamos, estaba ahí paradito. Nos lo cruzamos de frente, nos saludamos, y nunca más lo vimos alrededor nuestro. Estuvo bailando en el fondo, con sus amiguitos, y, finalmente se fue, sin siquiera pararse a saludar. Cuando, al rato, nos fuimos nosotras, todavía estaba en la puerta, hablando con el Bebe y el Perro. Yo seguí de largo, pero Lola se quedó a saludar, así que tuve que retroceder, dije una de esas frases patéticas que se me escapan cuando me pongo nerviosa. Ni siquiera sé si vio que me iba sola.


Es como estar con Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Voy a tener que tomármelo así, para que sus torpezas se conviertan en un juego.


Igual, no voy a permitir que la estupidez del miércoles apague lo maravilloso del martes.


Con él es así: tómalo o déjalo. Y mientras elija tomarlo, tendré que acostumbrarme.

jueves, 31 de enero de 2008

A la plancha (o en el horno).


La pasión te permite actuar de manera efectiva sin necesidad de reflexionar.
S. M. L.

Lo cual, evidentemente, ¡no quiere decir nada!

Volvió del viaje el sábado siguiente.
De esto hacen ya tres semanas. Y nunca más supe de él.
Acaba de entrar Lola –estoy en El Bar-, y él del otro lado, atrás. Vino con su más sentadora sonrisita, como si nos hubiésemos visto ayer y fuéramos primos. “-Dentro de un rato me voy. Si vas para allá, te llevo.” ¿Hay otra intención escondida, o me parece? Lo odio tanto que lo amo.
El domingo pasado fue la fiesta de aniversario de Pazzo, y él ni apareció. Después de unos cuantos tequilas le terminé preguntando al Crudo por él. ¡Qué idiota! Como si por preguntar fuera a llegar.

Esto tiene que terminarse, y estaba decidido, hasta que recién traspasó la puerta. Lo divertido de esta situación era que no me creara sufrimiento. No puedo esperar más de lo que es. Y sin embargo...
¿Cómo frenar al amor? Y cuando dije te quiero siento haber abierto una compuerta que es demasiado tarde para cerrar. Me lo comería a besos. Y le pegaría hasta matarlo.
La última vez que estuvo en casa, para variar, se olvidó el reloj. Todas las noches lo agarro, pensando en dónde mirará pasar las horas. Lo toco y es como tenerlo más cerca. Lo acaricio. Lo pongo en la mesita de luz cuando me voy a dormir, es como si lo oliera ahí, en mi almohada, con sus ojos prometiendo todo eso que no logro definir.
Y ya no sé si sueño con algo juntos. O me cansé de planear lo que nunca va a ser. Porque eso lo tengo muy claro. Y me siento una loca, porque igual decido seguir adelante, aún sabiendo que el fin va a ocurrir en algún momento.
Se acercó a la mesa, se tomó un whisky, y nos fuimos. En el auto preguntó qué queríamos para tomar con la cena., o si ya lo íbamos a echar. Se nos coló olímpicamente en el programa. Optó, sin esperar respuesta, por champagne, paramos en un super, y seguimos camino.
Fue divertido: los tres comiendo en casa, como lo más normal del mundo, íntimos amigos, novios. Y lo disfruté tanto, tantísimo. Preparé una mesa linda, con velitas. Me agradeció por esto, que fuera así con él. Hicimos hamburguesas con papas fritas. Mimos de por medio, y el mágico encanto de compartir momentos rutinarios. Escuchamos música, conversamos, nos reímos, nos abrazamos.
Lola se fue a acostar, y nosotros llevamos el colchón a la cocina. Hicimos el amor a la luz de la luna, nos acariciamos y hablamos muchísimo hasta que se hizo de día. Le conté que, como siempre, apareció en el momento justo en el que yo había decidido que se terminara esta historia. El día clave era el siguiente, y lo iba a cumplir. Era un compromiso conmigo.
“-Esta relación tiene que terminarse antes de transformarse en odio”, dijo. Aclaró que no hablaba de que yo fuera a odiarlo, estaba pensando en él, y en que las cosas se le escaparan de las manos.
Para mí, tal como le comenté, todavía no llegamos a la etapa final. Nos debemos cosas, nos queda mucho por disfrutarnos.
Le preocupa que me preocupe por él. Y, sí, tal como pensé, se asustó con el te quiero de la otra vez. Como si por no decírselo evitara todo este amor que sabe bien que siento.
Fue difícil explicarle que es diferente preocuparme todos los días a una preocupación puntual por lo del viaje. (Que encima nunca sucedió. Supuestamente, yo lo distraje y le hice perder el avión.)
Le pregunté si le modificaría algo que yo lo dejara. “-Modificarme, no. Sí me importaría, porque sos mi sol. Pero pocas cosas me modifican ya.” Un duro. Siempre tan difícil de decodificar, su mensaje.
“-¿Sabés qué? Me encanta que me abraces mientras me hacés el amor.” Y a mí abrazarlo.
Me gusta su boca en mi boca, sus besos de miel y flores.
Finalmente, confesó lo feliz que estaba con esto que tenemos, y prometió regalarnos unos días afuera juntos.
Promesas. Eso es lo que lo hace vivir. Eso sí: no miente.
“Seamos felices mientras estamos acá”, reza una famosa artesanía mexicana.