lunes, 6 de julio de 2009

Poder (y querer).

Sábado a la noche, Joaquín cubierto y alimentado, calorcito fatal y tormenta. Al mediodía, una pelea con Ramiro por un malentendido que se repite. Y no muy buena tarde. Buena excusa: cumpleaños de un muy buen amigo, cena, bastante alcohol –aclaro que por muchas horas no tenía que dar la teta- y... ¡a bailar!

Destino obligado: Pazzo. Y en la barra de atrás, él. Como esperándome. Precioso. Y todo para mí. Con su sonrisa invitándome tomamos un champagne, nos besamos por todos los rincones, e hizo que me olvidara de que estaba con gente.

Me fui volando, de su mano, y sin saludar. Poco me importó que todavía no me habían dado el alta. Teníamos un par de horas antes de que se despertara mi bebé, así que nos fuimos para casa. Y aprovechando que ambos habíamos tomado de más, jugamos a que mañana no nos íbamos a acordar nada de lo que dijéramos así que podíamos ser totalmente honestos. Por supuesto, nada se me olvidó. Y eso me hace sentir tan feliz como frustrada.

Elijo, ante todas las cosas, las que resisten al paso del tiempo, en un momento como éste, que todo es tan vertiginoso. Elijo los corazones que resisten, las almas que resisten, el amor que es todo en Joaquín, la pasión interminable de este hombre, la amistad de verdad que no juzga, el mar.