domingo, 19 de agosto de 2007

Palermo


Otro sábado
de noche
y él tan lejos.

Aun así
todo lo llena.
Hasta la inmensa
soledad
en el café profundo de sus ojos
y cada rincón
en mí y en mi casa
que tanto miraba
cuando la intimidad
se acomodaba en su espalda,
paisaje de anchos hombros
que anidaba en mi cama
esas noches que no eran tantas
porque no alcanzaban.
Y esa boca plena,
llena y fuerte como sus piernas,
me regalaba
promesas que sus manos inventaban.

Pasa el tiempo y no pasa,
lo espero, no espero nada.

2 comentarios:

Gustavo Tisocco dijo...

cierta soledad en esa espera.
Buen poema.
Un abrazo Gus.

Pay29a dijo...

hey!!!, como estas?? te sigo leyendo pero no comento, es que estoy de pocas luces, se sufre mucho y no deseo plasmar en mi comentario algo que no debería, pero de verdad te sigo leyendo y me encanta, solo que seria poco objetivo de mi parte comentar con resentimiento, un abrazo

pd: "me regalaba promesas que sus manos inventaban" MUYYY BUENOOO