domingo, 19 de agosto de 2007

Siete y cuarto


Salí temprano de trabajar. Tengo un ratito para un café en El Bar. Y él ahí, en la mesa de la ventana. No me vio. Me paré para hablar por teléfono, justo cuando salía.

-¡Adiós!-. Abrazo, con esa caricia cálida que me hace cada vez que me saluda, como señalando su territorio. -Estuviste borrada, de novia. Te vi.

-Era mi hermano.

Deja la puerta abierta para esta noche, noche de viernes. Porque sí. Yo ni siquiera voy a salir esta noche. Quizás otro día. ¿Miércoles próximo?

... Y lo fácil que le resultaría hacerme el amor, así nomás, sin explicaciones. Sin vueltas. Debería decirle que no quiero vivir más esto. Por miedo a no poder vivir sin esto.
¿Es el amor de mi vida? ¿Capricho? ¿Si él estuviera loco por mí? ¿Aun así me sentiría enamorada?

Nada de su vida me gusta para la mía. Pero él me gusta demasiado en mi vida.
De sentir su mano en mi piel, sus ojos en mis ojos, su voz, ya se me fijó una sonrisa. Por primera vez en esta tremenda semana vi el sol. Y sin embargo la lluvia caía a mi alrededor. Llovía, sí, pero no para mí. No hoy.

Las primeras noches, me acuerdo de que me pedía que no me enamorara de él. Decía que sus sentimientos no importaban, porque ya pocas cosas podían lastimarlo, pero que yo no tenía que enamorarme, para no sufrir.

Y me acuerdo de su mirada, que se vuelve brillante cuando habla de Sibila, su hijita. De su pasión cuando me contaba de su barco, y cómo iba el arreglo. Y yo le decía que me encantaba escucharlo.

2 comentarios:

Javier Limas dijo...

Ver las distancias más alla de lo fisico, lindando con ese espacio que dista de lo material y ronda lo sensitivo, un viento inexistente, un aletazo de paloma en el rostro.

Las mujeres reaccionan igual? Las mujeres? reaccionan? igual?
Que buen camino el que te trazas y nos trazas a quienes te seguimos.
Gracias

Gustavo Tisocco dijo...

Excelente blog María, lo disfruté mucho.
Un abrazo Gus.