domingo, 31 de agosto de 2008


Se complica pasar a la siguiente etapa. Pero es así, como los pasos a seguir en una terapia.
No sé qué va a pasar más adelante, ni cuánto va a durar este impasse, ni si es definitivo, pero dudo ser yo la que lo decida (al menos, por ahora, no quiero decidirlo).
Ramiro -sí, el mismo que hace un tiempo había creído que era Mr. Right, pero después no lo pareció tanto-, se mudó a su departamento de soltero, y hacia allí fui, para estrenarlo como corresponde. Aunque no estábamos solos, estaba durmiendo su hijito mayor en la habitación de al lado. Pero estuvo más que bien: unos mimos, vinito, una película... Lindo. Un interesante paso intermedio. Nos queremos, nos conocemos, no hubo que dar demasiadas vueltas.
Quizás todo sea cuestión de tiempo. Quizás el tiempo sea eterno. ¿Quién puede asegurar nada?

martes, 19 de agosto de 2008

Que los cumplas...


Ya casi treinta:
fino cristal
que no refleja
más que al viento
que arrecia con todo
y abandona
la precaria telaraña
de mis días.

jueves, 7 de agosto de 2008

Olas que vienen

Mi nuevo trabajo de camarera me mantiene ocupada por las noches (ocupada, dije, lejos está de distraerme). Pero la vuelta a mi silenciosa casa provoca que las lágrimas resbalen, imperceptibles. Desde que mi adorable weimaraner, compañerito incondicional, se murió, el volver solitario a una casa que sólo guarda mi voz, se hace duro, casi imposible. Por ahora, no quiero otro perro, por la libertad que significa llegar cuando se me antoje, o simplemente no volver, y todo está tan limpito... Pero quieto.

No sé bien cómo fue que terminé metida en esta historia. Era tan perfecta en un principio: totalmente light, sin ataduras, sin compromiso, ideal para mí, recién terminando una larguísima historia. Romance espectacular para un día, tal vez dos, pero nunca para una vida. No sé tampoco cuándo cambió tan drásticamente de forma y de contenido.

Tal vez después de un largo tiempo, tal vez esa increíble primera noche.

Debería haberlo sabido. Debería haber hecho algo para impedirlo. Pero seguí adelante. Y lo peor de todo es que no me arrepiento ni de un solo minuto.

Significa todo para mí. Y todo lo cambió. A partir de él me doy cuanta de que miro a los hombres desde otra perspectiva, espero otras cosas. Ya no me atraen los “chicos”, necesito un hombre al lado. Y me siento más linda, más sexy, cambió mi postura, no sé bien qué es. Manejo de otra manera mi sexo. Aprendí a disfrutar de otras cosas. Y todo eso sintiéndome fiel a mí misma. Jamás lo devolvería. Sé lo que quiero, cosa que antes tenía desdibujada. El tema es cambiar el “quién”. Y no logro borrar su cara de mis películas del futuro.

Cuando me preguntan qué escribo, me da un poco de vergüenza decir que es un diario personal –cosas de adolescente, y yo... ¡tan grandota!-, así que contesto que escribo una novela sobre una mujer enamorada del mar. Y no estoy mintiendo tanto. Una mujer enamorada del mar no tiene remedio. El mar: siempre yéndose, escurriéndose entre los dedos, un amor de agua, de mareas subiendo y bajando eternamente. De furia incontrolable, y tierno amanecer. ¿Quién podría evitar enamorarse del mar? Y después, ¿sería posible dejarlo?